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Memisa Trotamundos Imagen original de Te lo dice Memisa |
Desde que era muy niña, mi
familia siempre me enseñó el significado de viajar por los alrededores de mi
país, la gran Venezuela, y es que es un país bendecido con hermosos paisajes y
con distintas atracciones naturales. Recuerdo particularmente cuando llegó la
temporada vacacional del año 2012, planifiqué con mis amigos salir de la
rutina, darnos un descanso de lo cotidiano y respirar el aire puro de las
montañas venezolanas; una de esas en las que la única voz que se escucha es la
del viento susurrando entre los "frailejones", o el canto de las
quebradas arrullándonos durante un reparador descanso, ese lugar mágico estaba
escondido en "Los Paramos", fue así entonces como abrimos el corazón
a uno de los miles de lugares que tenemos en nuestro país, con los viajes por Venezuela.
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Crédito: Jorge Andrés Paparoni Bruzual |
Inmediatamente arreglamos
nuestras maletas, guardamos muchas cobijas y abrigos calientitos, llevamos
algunas golosinas para el camino y nos subimos al autobús que va directo al
Estado Mérida; debo resaltar que por ser de origen “playa”, es decir, por vivir
en la costa, el mareo de la subida del camino me aturdió en un principio, pero
vale la pena haberlo sentido porque así te puedes dar cuenta de lo vivo que
estás y de la fuerza que tiene la naturaleza sobre ti, ¡qué majestuoso es
cuando nuestra madre naturaleza reconoce que estás fuera de casa! No te puedes
esconder en ningún lado, es lo maravilloso de la creación. La magia de nuestros
andes, en los viajes por Venezuela siempre ha tenido ese especial atractivo para todos los amantes de las
actividades turísticas en nuestro país, por esto es que a pesar de estar en un
país caribeño, nadie de nosotros se atrevería a decir (sin sentir algo de pena)
que no ha visitado en algún momento algún paraje andino. A pesar de la verdad
que puede haber encerrada en esta premisa, hay lugares donde verdaderamente muy
pocas personas se han atrevido a visitar, no tanto por su difícil acceso, sino
también por estar alejado de esas comodidades tradicionales a las que estamos
acostumbrados y que no permiten adentrarnos en la esencia de lo que el “páramo”
representa, hacer nuestro ese aroma de arepa andina y café recién colado que se
desliza entre gentiles manos trabajadoras o esa luz tenue con aroma a humo que
sin darnos cuenta emerge de un típico fogón alrededor del cual se teje la
historia de los “valles escondidos de los Andes Venezolanos”.
Mientras íbamos subiendo más y
más en el taxi de un humilde meridense de nombre Pedro (quien se ofreció
alegremente de guía turístico sin cobrarnos ni un centavo más de lo que costó
el recorrido), pudimos apreciar la belleza de la luz como se ocultaba y salía
sorpresivamente ante nuestros ojos para dejarnos maravillados de su esplendor;
en ese momento me dije en mi interior “que hermosura tan espléndida y qué privilegio
tan grande he tenido al venir acá”. Realmente me sentí como en casa durante el
largo trayecto, en ocasiones veíamos pasar a los habitantes de los pueblitos
más cercanos con sus respectivos abrigos tejidos de muchos colores y unos
gorros contra el frío típicos de su vestuario tradicional; también el muy común
enrojecido en las mejillas de las personas que parecía verse como un triángulo
rosa al revés en sus mejillas, especialmente en los niños, que corrían por toda
la calle en subidas y bajadas con ramitas de árboles en sus manos jugando por
doquier, era realmente adorable ante la vista de cualquier persona que no fuese
de allí.
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Crédito: Photo RNW |
En un abrir y cerrar de ojos (y
sin contar las veces que nos mareamos debido a la altura), llegamos a un lugar
donde nos íbamos a deleitar de una buena sopa de arvejas, según nos comentó
nuestro amigo taxista Pedro. Al llegar al humilde local fuimos atendido con
gran amabilidad, ellos al ver entrar a cuatro jóvenes que parecían estar un
poco maravillados de todo, adivinaron rápidamente que se trataba de turistas,
lo cual me dio mucha risa debo confesar; aun así nos trataron de maravilla, la
dueña del local nos atendió personalmente y nos recomendó la mejor mesa junto a
la ventana, nos sentamos muy gustosos en el lugar y entendí por qué la
consideraban la mejor mesa del sitio, pues se podía ver la colina de piedras
que conformaba la calle por donde habíamos llegado, una escuela a lo lejos que
se veía muy colorida, en frente una plaza donde se encontraban varias personas
tocando algún tipo de música tradicional muy melódica para mis oídos y, lo
mejor de todo, la brisa fría tan rica podía pasar a través de la ventana y
enfriarnos el rostro, ¡Dios, cómo disfrutábamos cuando eso pasaba, queríamos
que nuestras mejillas obtuvieran esos triángulos rosas también!
Luego de reponernos físicamente
seguimos nuestro recorrido y con los viajes por Venezuela, sin dejar de lado el delicioso y gustoso chocolate
caliente, fue lo mejor que probé mientras estuve transitando por el camino, si
mal no recuerdo tomé alrededor de 10 tazas o más seguramente. Me cuesta mucho
discriminar entre todos los lugares hermosos que se extienden a lo largo de las
altas tierras de nuestro país pero trataré de tomar en cuenta un elemento
esencial: la facilidad de llegada; y es aquí que comenzaré hablando del “Valle
de los Calderones”, llamado así, porque sus primeros habitantes fueron la
familia Calderón de Mérida y algunos de sus descendientes que hoy prácticamente
han abandonado el lugar. Así, me pregunté en un principio ¿dónde está ubicado?,
pues descubrí que estaba cerquita, tan cerca que más de una vez lo habíamos
visto y no nos atrevíamos a llegar. Después de asegurarnos que alguien nos
pudiera atender, tuvimos que sacar un permiso de Parques Nacionales en el
módulo respectivo en la estación del teleférico de Mérida (Barinitas) y desde
“Mucunután” dirigirnos hasta la estación “La Aguada” por la ruta de “La Cañada”
o “Los Callejones” donde, al llegar a la casa de Pedro Peña… que también ofrece
posada, nos desviamos en dirección hacia “Los Calderones”, donde una pequeña
casa que tiempo atrás ofrecía una cálida posada al viajero indicó que habíamos
logrado nuestro objetivo, nos asombró el encanto de la bella quebrada que
resaltaba aún más la magia que tenía el apartado lugar.
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Crédito: Jorge Andrés Paparoni Bruzual |
Después de salir de nuestro
asombro, pudimos adentrarnos páramo arriba hacia el antiguo glaciar “Norte” del
Pico Bolívar, del cual dos hermosos valles nos separaban, el del “Papayo” y el
de “La quebrada del Sol”. Esta es una zona prácticamente dejada en el olvido
desde la bajada de “Los Calderones” y Francisca a la ciudad de Mérida, sin
embargo no ha perdido ningún privilegio a excepción de la calidez de sus
antiguos habitantes.
Una vez terminado nuestro
recorrido en cuanto a viajes por Venezuela, mis amigos y yo tuvimos la atrevida idea de la posibilidad de una acampada,
lo más grandioso del caso fue que nuestro amigo taxista Pedro se nos unió,
quedamos sorprendidos ante tal amabilidad y simpatía. Nuestro propósito era
aprovechar la falta de disponibilidad de posadas por el sitio y así apreciar
aún más la majestuosidad de ese hermoso Páramo. El objetivo de acampada partió
del pueblo de Gavidia (Cercano a Apartaderos), por cierto en Gavidia les
recomiendo ponerse en contacto con el Sr. Rómulo de la posada “Michicaba” aparte de ser
excelente anfitrión el podrá aclararle y ayudarlo a llegar al “Valle de Quita
Sol”, que se encuentra en el páramo de Micarache, bajando hacia “Los Morritos”.
Nuestro mayor anhelo era pasar la
noche despiertos, aprovechar que no había tanta neblina y ver las estrellas; lo
asombroso de todo fue que hubo neblina pero se desvaneció al par de horas que
estuvimos resignados a que no íbamos a poder ver nada; luego de repente ni
señal de nubosidad alguna, corrimos hacia afuera de nuestras tiendas de
acampar, muy abrigados sobre todo más que abrigados y nos tiramos en el suave
pasto a ver las estrellas; realmente fue el espectáculo más hermoso que he
visto en vida, lo recuerdo como si recién lo hubiera visto ayer, el color del
cielo era un azul rey lleno de gigantes estrellas brillando fuertemente con
tonos azules, blanquecinos y en algunos casos rojizos; sin lugar a dudas fue la
mejor experiencia que pude haber tenido con nuestra madre naturaleza.
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Crédito: Jorge Andrés Paparoni Bruzual |
Al día siguiente, apreciamos el
hermosos amanecer y recordamos que queríamos ir al otro valle, que aunque un
poco más distante, era verdaderamente una maravilla natural que pudiera ser
envidia de cualquier país del mundo… me refiero al “Valle de los Aranguren”,
que tomando la vía de la “Laguna del Santo Cristo” al llegar al “Alto del Santo
Cristo”, tomamos dirección hacia “El Portachuelo” y finalmente, después de una
larga bajada, una extensa pradera de grama y algunas casas abandonadas que nos
dejaron casi sin aliento por la belleza del lugar, nos indicaron que habíamos
llegado. Conviene dejar bien arreglado el tema de los arrieros, especialmente
en lo referente a precios, fechas y horas de regreso, número de bestias, etc.
Podemos tomar como referencia que una mula y su arriero pueden costar alrededor
de 1000 Bs. por día. Yo les recomendaría un “arriero” muy responsable que es el
Sr. Manuel Romero, que lo pueden ubicar a través de la misma posada
“Michicabá”, pero recuerden sostenerse muy bien pues el frío tremendo que
siempre vive allí hace que no coordines bien tus movimientos, o como en mi
caso, puedes tener movimientos tontos de los cuales todos se reirán; pero es lo
hermoso de la travesía por el Páramo Andino Venezolano, por lo majestuoso de
las montañas venezolanas, las amistades, las experiencias, las costumbres del
lugar y sobre todo la hermosura de la naturaleza que te hará recordar que
realmente formas parte de ella y jamás serás ningún extraño en sus senderos, así que no olvides de hacer tus viajes por Venezuela.
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